jueves, 8 de octubre de 2015

Vivir, morir, matar



Entre el nacer y el morir hay una línea que es el vivir.  O como decía Jorge Manrique: “Nuestras vidas son los ríos/Que van a dar a la mar/ Que es el morir”. Se nace y se muere.  Pero hay formas de vivir y también de morir.  No tendría que existir ninguna de matar.

Y deshacerse en la muerte debería ser un hecho natural al que se llega porque el tiempo limitado que le toca a cada uno se agotó, así de simple: el hilo lo cortó la parca azuzada por los años, por la enfermedad, por el accidente inevitable, por decisión propia del sujeto.

Lo que no debería ser es morir porque otros nos mataron .

Quitar la vida es atribuirse el papel de tenebrosos dioses capaces de cegar lo único que realmente es propio a cada uno, la existencia individual.

Estar vivos es, por tanto, nuestro principal valor y del que se desprenden los otros. Libertad, justicia, equidad, igualdad, fraternidad, derechos, no existen sin la vida.

Entonces, si la vida es nuestro principio, el mismo que de manera natural nos conduce a nuestro fin, ¿por qué el ser humano se empeña tanto en el matar, que es su interrupción?

En Colombia, donde las muertos de todas nuestras violencias han sido miles de miles, la antropóloga María Victoria Uribe Alarcón buceando en esos límites de la barbarie ha escrito que para matar los asesinos “animalizan” a sus víctimas. Las convierten, mediante el lenguaje y los gestos, en animales propicios al sacrificio (esta última es palabra mía).  No voy a detenerme aquí en imágenes que no nos dejarían dormir.  Basta citar masacres donde las víctimas fueron asesinadas en el matadero del pueblo.

Su libro se llama Antropología de la inhumanidad y habla de la crueldad de los perpetradores que arrebatan la humanidad a sus víctimas, asumiendo que están frente a un animal,  para poder matarlas sin conciencia, sin dolor, sin arrepentimiento;  para que el crimen no les produzca asco de sí mismos.   
Lo hacen eso sí, pienso yo,  con lo más humano de ellos mismos, de su lado más oscuro, más obsceno, más perverso, y no voy a decir más animal, porque los animales no matan ejerciendo su voluntad.  

Dice también la antropóloga que las personas que realizan el oficio de carniceros, hacen todo lo contrario, “humanizan a los animales que van a sacrificar”.  Lo hacen para poder ejercer “métodos humanitarios”  que les propicien una muerte “con consideración”.

Las reflexiones nacen desde una región del universo, un país, donde llevamos generaciones conociendo a  la muerte en sus expresiones más horrorosas, tantas que deberíamos estar hastiados de ella y de la sangre, y aún así todavía me encuentro con seres humanos, contados en cientos, a quienes les hierve la sangre, hasta que la sangre se vierta, y esta sangre es la de un animal criado y cuidado para ello.

Sucede en Colombia, pero también en España, donde milenios de civilización desaparecen cuando veo correr a masas enardecidas detrás de un toro, animal indefenso y encerrado, para atacarlo hasta matarlo, emascularlo y reclamar el trofeo como parte de la fiesta.
¿Se habrán dado cuenta que ello no tienen nada de civilización y sí de regresión? ¿ Involuciona este viejo mundo?

Madrid, 8 de octubre de 2015

3 comentarios:

  1. Muy buen blog. La muerte debe ser natural no en la mano de otros.

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  2. Totalmente de acuerdo con esa apreciación sobre el matador, que no hay clases ni grados...el que disfruta quitando la vida a un ser vivo es un miserable de igual manera y yo diría además que el que también se satisface con la observación tampoco tiene su cabeza bien amueblada. Me refiero a la vista de vídeos de atrocidades varias, espectáculos taurinos...y que se yo.
    Buen artículo y buena reflexión, Marbel.

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  3. Definitivamente, el ser humano ha evolucionado poco en cuanto a sensibilidad, respeto por la vida y conciencia frente al mundo. Qué triste, y nos creemos los seres perfectos del universo 😢

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