El título es el de la última
novela de Patrick Modiano, el francés que ganó el año pasado el Premio Nobel de
Literatura. Un texto de
exploraciones de la memoria en el que un hombre mayor bucea en sus recuerdos
para reconstruir, y entender, porque de eso se trata casi siempre, de
entenderse a sí mismo o a los otros, hechos desdibujados de su infancia y
primera adolescencia.
“Siempre he estado en el
barrio”, la frase, pronunciada por el hombre que atiende un café, le acelera el
corazón a Daragane, el personaje adulto de Modiano, que recuerda de pronto que
cuando llegó a aquel sitio siendo un niño, la mujer que lo cuidaba le dio una
copia de la llave y un papel con el nombre de la calle y el número de la casa
donde alquilaban una habitación.
“Si vas a dar un paseo, no te pierdas”.
Y como la literatura se alimenta
de la vida, o más bien la literatura es también la vida misma, como el
personaje de Modiano me pongo en las calles del barrio en el que vivo desde
hace algunos años y encuentro no sin desencanto qué lejos se están quedando
aquellos tiempos en los que un café, un bar, la farmacia o la tienda de la
esquina eran la referencia a la que siempre podía volverse para encontrar un
dato de la memoria, como Daragane.
Los antiguos
establecimientos, aquellos que conservaron las mismas fachadas, el mismo
nombre, los mismos dueños o sus sucesores, desaparecen tragados por las nuevas
tendencias del comercio y los nuevos no alcanzan a durar un soplo, para ser
pronto reemplazados por otros, cuyos nombres nadie podría citar porque no
alcanzaron a fijarse en memoria alguna.
En la calle en la que vivo
cerró sus puertas antes del verano la galería en la que me cuentan que hace treinta
y más años las gentes del barrio iban a comprar frutas, verduras, pescados,
embutidos, atendidos siempre por personas igualmente conocidas. “Están
cambiando los hábitos de compra. A las nuevas generaciones les gusta las
grandes superficies”, me dijo uno de sus dueños, mientras atendía mi último
pedido.
En cinco años he visto
desaparecer en las inmediaciones un restaurante en el que sus clientes
habituales tomaban un whisky mientras jugaban alguna partida de cartas después
de la comida, una mueblería con medio siglo y otra que parecía igual de orgullosa
de sus blasones que ya anunció que se cierra, una papelería con servicios de
fotocopias y de fax, modernidades a las que se fue sumando con los años, y
naufragar a una pastelería cuyos empleados han tenido que recurrir a la
protesta para reclamar sus derechos adquiridos por años.
Entretanto han abierto y han
cerrado un locutorio, una tienda de zapatos, otra de ropa, una panadería, tres cafeterías, una peluquería
y una tintorería. Llegaron a su vez como anuncio de los
nuevos tiempos dos comercios de “soldiers” unos famosos muñecos de guerra que
al parecer son adquiridos sólo por hombres adultos que es a los que veo
haciéndoles fila, uno muy exitoso de venta de bicicletas, dos o tres de
depilación laser y uno de cápsulas de café.
De manera que si un antiguo
habitante del barrio quisiera bucear en su memoria, como Daragane el de
Modiano, puede ser que con la dirección en el bolsillo no se pierda, pero lo
que sí es seguro es que tampoco reconocería el barrio.
De acuerdo en todo. Qué difícil es reconocernos en lo que nos rodea porque todo cambia con tanta rapidez que lo que hoy es referencia de un lugar mañana ya no está. Casi todo lo efímero y perentorio de la vida, hoy lo es más aún.
ResponderEliminarMenos mal que, a pesar de que todo, lo importante, nosotros mismos, nos hacemos despacio...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola, me va a morder la tecnologia :-(
ResponderEliminarpor intentar editar lo que dije, me lo borro... asi que aqui esta de nuevo :-)
uno nunca viene, uno siempre va...
Somos una sociedad en evolución; ni siquiera puedo decir que “para bien o para mal” no existe ese criterio en las evoluciones. Se avanza en contingencia con lo que existe a nuestro alrededor. Lo hacen los genes, las emociones y los comportamientos; que por supuesto incluyen el comportamiento social de ir a esos pequeños mercados.
ResponderEliminarVivimos en un ciclo cerrando tecnologías y descubriendo nuevas. A veces lo obsoleto es nuevamente descubierto, es una evolución en espiral.
En el pequeño lugar donde vivo, no podría mencionar la cantidad de cambios que hay permanentemente, no se alcanza a hacer memoria. Sin embargo cada vez que veo un nuevo negocio abierto pienso en la cantidad de ilusiones que hay fijadas en el, cuando lo cierran, pienso así mismo en frustaciones y tristezas
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