viernes, 13 de noviembre de 2015

Para que no te pierdas en el barrio


El título es el de la última novela de Patrick Modiano, el francés que ganó el año pasado el Premio Nobel de Literatura.  Un texto de exploraciones de la memoria en el que un hombre mayor bucea en sus recuerdos para reconstruir, y entender, porque de eso se trata casi siempre, de entenderse a sí mismo o a los otros, hechos desdibujados de su infancia y primera adolescencia. 

“Siempre he estado en el barrio”, la frase, pronunciada por el hombre que atiende un café, le acelera el corazón a Daragane, el personaje adulto de Modiano, que recuerda de pronto que cuando llegó a aquel sitio siendo un niño, la mujer que lo cuidaba le dio una copia de la llave y un papel con el nombre de la calle y el número de la casa donde alquilaban una habitación.  “Si vas a dar un paseo, no te pierdas”.

Y como la literatura se alimenta de la vida, o más bien la literatura es también la vida misma, como el personaje de Modiano me pongo en las calles del barrio en el que vivo desde hace algunos años y encuentro no sin desencanto qué lejos se están quedando aquellos tiempos en los que un café, un bar, la farmacia o la tienda de la esquina eran la referencia a la que siempre podía volverse para encontrar un dato de la memoria, como Daragane. 

Los antiguos establecimientos, aquellos que conservaron las mismas fachadas, el mismo nombre, los mismos dueños o sus sucesores, desaparecen tragados por las nuevas tendencias del comercio y los nuevos no alcanzan a durar un soplo, para ser pronto reemplazados por otros, cuyos nombres nadie podría citar porque no alcanzaron a fijarse en memoria alguna.

En la calle en la que vivo cerró sus puertas antes del verano la galería en la que me cuentan que hace treinta y más años las gentes del barrio iban a comprar frutas, verduras, pescados, embutidos, atendidos siempre por personas igualmente conocidas. “Están cambiando los hábitos de compra. A las nuevas generaciones les gusta las grandes superficies”, me dijo uno de sus dueños, mientras atendía mi último pedido. 

En cinco años he visto desaparecer en las inmediaciones un restaurante en el que sus clientes habituales tomaban un whisky mientras jugaban alguna partida de cartas después de la comida, una mueblería con medio siglo y otra que parecía igual de orgullosa de sus blasones que ya anunció que se cierra, una papelería con servicios de fotocopias y de fax, modernidades a las que se fue sumando con los años, y naufragar a una pastelería cuyos empleados han tenido que recurrir a la protesta para reclamar sus derechos adquiridos por años.

Entretanto han abierto y han cerrado un locutorio, una tienda de zapatos,  otra de ropa, una panadería, tres cafeterías, una peluquería y una tintorería.   Llegaron a su vez como anuncio de los nuevos tiempos dos comercios de “soldiers” unos famosos muñecos de guerra que al parecer son adquiridos sólo por hombres adultos que es a los que veo haciéndoles fila, uno muy exitoso de venta de bicicletas, dos o tres de depilación laser y uno de cápsulas de café.

De manera que si un antiguo habitante del barrio quisiera bucear en su memoria, como Daragane el de Modiano, puede ser que con la dirección en el bolsillo no se pierda, pero lo que sí es seguro es que tampoco reconocería el barrio.

5 comentarios:

  1. De acuerdo en todo. Qué difícil es reconocernos en lo que nos rodea porque todo cambia con tanta rapidez que lo que hoy es referencia de un lugar mañana ya no está. Casi todo lo efímero y perentorio de la vida, hoy lo es más aún.
    Menos mal que, a pesar de que todo, lo importante, nosotros mismos, nos hacemos despacio...

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  3. Hola, me va a morder la tecnologia :-(
    por intentar editar lo que dije, me lo borro... asi que aqui esta de nuevo :-)

    uno nunca viene, uno siempre va...

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  4. Somos una sociedad en evolución; ni siquiera puedo decir que “para bien o para mal” no existe ese criterio en las evoluciones. Se avanza en contingencia con lo que existe a nuestro alrededor. Lo hacen los genes, las emociones y los comportamientos; que por supuesto incluyen el comportamiento social de ir a esos pequeños mercados.
    Vivimos en un ciclo cerrando tecnologías y descubriendo nuevas. A veces lo obsoleto es nuevamente descubierto, es una evolución en espiral.

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  5. En el pequeño lugar donde vivo, no podría mencionar la cantidad de cambios que hay permanentemente, no se alcanza a hacer memoria. Sin embargo cada vez que veo un nuevo negocio abierto pienso en la cantidad de ilusiones que hay fijadas en el, cuando lo cierran, pienso así mismo en frustaciones y tristezas

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