martes, 5 de julio de 2016

Decisiones responsables


El 24 de julio fue un viernes destinado a no olvidarse ni en la vieja Europa ni en la joven América.  Europa conoció con las primeras luces del día el veredicto de los habitantes del Reino Unido en las urnas: querían irse de la Unión Europea después de haber apostado por ella desde 1973, como uno de los socios fundadores de la Comunidad Europea, precursora de la actual.  En la joven América, que despierta unas horas más tarde, el sol salió para alumbrar un acontecimiento de esperanza: el anuncio del fin del conflicto en Colombia con las Farc, la guerrilla más antigua del continente. 

No se necesitaron más de veinticuatro horas para que en el Reino Unido empezaran a escucharse las voces de descontento por lo que había pasado: los viejos decidieron por los jóvenes, muchos reconocieron ante las cámaras de televisión que votaron por la salida sólo porque tenían rabia, tampoco sabían cuáles eran las consecuencias reales de su decisión.  Que los europeos no querían sus teteras inglesas y que la Unión les imponía el tamaño de los plátanos y de los pepinos que se comían, habían sido para muchos razones expuestas por los políticos suficientes para ir a las urnas a decir que se querían ir.  Votaron también en contra de los inmigrantes, pero votaron especialmente contra estos allí donde no los hay.  

En Colombia ni siquiera se había llegado al momento del anuncio del fin del conflicto cuando ya le habían salido enemigos al proceso. Voces apocalípticas como las de Álvaro Uribe Vélez y Alejandro Ordóñez se relevan para anunciar todos los males juntos, fuego eterno piden para un país que se desangra desde hace más de medio siglo en una de sus guerras internas, la de las Farc contra el establecimiento.  Más fuego claman, a sabiendas de que este es un proceso que recién empieza y que pese al desarme y desmovilización de una de las guerrillas, aún nos queda otra, la del ELN; y que, junto a la paz con las guerrillas, tenemos que trabajar por la paz social que implica guerra, eso sí, guerra feroz contra la corrupción, contra las bandas criminales, contra las desigualdades que campean y que son las principales generadoras de este país que vivimos.

Uribe y Ordóñez anuncian el fin del mundo porque tienen intereses propios y mezquinos, tantos como los de Cameron que se comprometió a un referendo para salvar un problema propio e interno en su partido y los de Boris Johnson, exalcalde de Londres, con pretensiones de primer ministro.  Cameron que quería pasar a la historia, va a pasar pero no como lo soñaba;  menos de seis horas después del resultado en las urnas hizo pública su dimisión a partir de octubre, reconocimiento explícito de su fracaso, y Johnson, que en su afán de poder no había calculado lo que se vendría, retiró su nombre de la lista de aspirantes a primer ministro.

Ahora los ciudadanos del Reino Unido, es decir de Escocia, Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra, recogen firmas por Internet o se manifiestan en las calles para pedir un nuevo referéndum que reverse el del 23 de julio.  Quieren regresar a la Unión  de la que aún no se han ido (el proceso dura dos años)– unos porque no querían irse desde el principio  y otros porque han descubierto que actuaron engañados por los anuncios mentirosos de políticos populistas.

En Colombia vamos a ir a un plebiscito para refrendar la paz con las Farc.  Y leo cómo, de manera peligrosa, en esta lucha de polarización que vive el país, incitada de manera abierta por hombres como Uribe y Ordóñez –que en el colmo del cinismo llaman a la resistencia civil contra el fin del conflicto, es decir, contra el fin de las muertes y las masacres en los campos colombianos, contra el fin de las violaciones de mujeres y hombres, contra el fin de los desaparecidos y de los desplazados y de los falsos positivos pretenden volver el plebiscito un referéndum de aceptación a Santos o a Uribe.

No, los colombianos no vamos a ir a las urnas a votar por ellos. Vamos a ir a decir que queremos y nos merecemos vivir un país en el que no haya miedo de caminar por sus campos, de navegar por sus ríos, de cultivar sus tierras, de disfrutar sus ciudades.  Que votamos la paz porque queremos conocer qué es eso de morir de viejos y no de bala, o de bomba; que queremos vivir un país donde sus presupuestos y nuestros impuestos estén destinados a la salud, a la educación, a la infraestructura, y no a la guerra y a sus acólitos, que serían los únicos que seguirían ganando si se impusiera el no a la paz, porque a todos los otros nos seguirían quedando los muertos, como hasta ahora, y las heridas en el corazón.

Ojalá que votemos Sí, no sólo en los campos y en las geografías heridas sino también en las capitales y el corazón andino, el que está más lejos de la guerra, para que al día siguiente del plebiscito no amanezcamos como tantos ingleses, asustados de su voto, amedrentados por las consecuencias que no pensaron, queriendo devolverse porque votaron engañados.




  




3 comentarios:

  1. La decisión que tomamos cuando introducimos nuestra papeleta, con nuestro voto, en la urna, no es baladí; parece un gesto simple pero es un gesto que compromete la democracia, que define nuestros estados de derecho y de derechos. Siempre es un voto que compromete. En España sabemos de eso (algunos), y seguimos decidiendo aunque no ganemos las elecciones porque otros muchos decidieron con el miedo y la ignorancia. Como los ingleses, que ya no son europeos (a que continente solo suyo pertenecerán ahora?). Se que los colombianos se decidirán por La Paz. los que quieren la guerra que se encierren, con Johnson, Trump y Uribe en sus particulares y destructivos infiernos... pero ellos solitos.

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  2. Las comunidades no son perfectas. Siempre habran retos que enfrentar. Pero si no lo hacemos asi, que tan altas tendran que ser las paredes que se necesiten construir, cosa que vivan en perfecto aislamiento?
    La paz entre nosotros y con los otros es imagen de como vemos y sentimos la vida. En un pais de creyentes religiosos, como alguien escogeria la guerra, que es muerte. En un pais de necesidades basicas, como alguien escogeria las armas, que implica menos recursos para la vida?
    El ejemplo mas claro es el Brexit, ya que a veces no es un problema de respuestas, pero de hacernos las preguntas equivocadas.

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  3. Si bien la mayoría de los colombianos deseamos la paz -hay que estar enfermo de la mente o tener negocios de armas para desear la guerra y la muerte-, tenemos un enorme problema, y es que nos enquistamos como las amibas y nos abstenemos de ir a las urnas, pensando que con ello hacemos protesta. La abstención es más peligrosa que los mismos Uribe y Ordoñez juntos, porque dejamos que otros decidan por nosotros en temas trascendentales. Y esos otros, pertenecen a partidos como el Uribe y Ordoñez, de obediencia ciega, donde todos salen a votar, por quien diga y como diga, el loco de su jefe...Y ellos, normalmente, no son los que ponen su pecho o el de sus hijos (as), para la guerra y la muerte! Estas, la ven narrada por televisión, como una trágica telenovela sin fin!

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