Querida Mila, el martes en la tarde, al abrir el buzón encontré una
carta de las que ya no se estilan. No había correspondencia comercial y
sí un sobre blanco con matasellos y estampilla. Me alegró mucho porque supe que
estaba escrita y enviada en lo que alguna vez fue la manera de vivir el tiempo,
es decir, aquella en la que éste se destila minuto a minuto y no precisa de los
afanes en los que nos ha metido la tecnología -el mundo de la instantaneidad-
que nos ha quitado el placer de la espera, el ansia en el estómago que da la
expectativa, y a cambio nos ha sometido a la tiranía de lo resuelto y contado
en fracciones de segundos. Ese era un mundo contenido. Ahora es un
mundo desbocado.
Así que me alegró recibirla por lo que dejaba entrever de la autora y,
mucho más, al descubrir que había sido escrita inspirada por la imágenes que te
habitaron mientras leías En el brazo del río, la primera de mis novelas de la
trilogía Conjuro contra el olvido, y en las que aún fluías. De eso se
trata el escribir. Al menos para mí. De tocar con las
palabras. De entrelazarlas y trenzarlas para permitir mediante su magia
que el lector pueda formar con ellas un mundo nuevo dentro de sí. A veces
desolado, a veces amoroso, a menudo de los dos porque nunca somos uno
solo.
Me alegró saber
que la sonoridad del español allende los mares, con términos no usados en la península, te acercaba a la atmósfera y cadencia
con la que allí se vive; saber que no usas la palabra mañanió pero qué
entendiste de qué hablaba cuando lo hizo Sierva María para celebrar el
cumpleaños de Paulina. Eso quiere decir que estuviste durante más de
ciento cincuenta páginas en las orillas ardientes del río Magdalena, conociendo
cómo se vive, cómo se ama y cómo se muere en ese paraíso, a veces maldito o ¿será
que todos los paraísos lo único que generan son maldiciones? …
Ahora, luego
de las alegrías, te voy a confesar lo que ha sido mi mayor impresión al leer tu
carta: corroborar que, como lo decía Lacan, no sólo decimos palabras sino que
ellas nos dicen. Y que las que
quedaron escritas en esta novela, muchos de cuyos pasajes surgieron empujados
como si una voz los trasmitiera,
se volvieron un torrente que te obligó a escribir “Y sigo río arriba, hacia La Vega…” ,
como si la adolescente asesinada, cuyo cuerpo nunca fue encontrado, tomara
posesión de la novela y, luego de ti, para reclamar un lugar. Un lugar en la memoria.
Porque también de eso se trata la
escritura, de preservar la memoria y no exactamente la histórica, sino la
memoria del vivir, allí donde habitan los afectos, los miedos, las soledades,
los amores, toda esta carga que transita entre la razón y el corazón y que es
la que nos hace inmensamente humanos.
Marbel
PD. Estas muy lejos para ir, pero te cuento que En el brazo del río fue llevada al teatro por el colectivo Diente de León. Este jueves 18 de octubre se presentará en Bucaramanga y el sábado 20 en Barrancabermeja dentro de los respectivos festivales de teatro de esas ciudades. ¡Para no olvidar!