miércoles, 22 de junio de 2016

Lo que aprendí

De una carta a María José, 
mi sobrina.

 
Ahora que se está cerrando tu semestre académico, me puse a pensar en lo que estudiaste, lo que me compartiste, lo que aprendiste tú, lo que aprendí yo y en aquello que, sabiéndolo, no tenía tan claro.

Me parece que fue un semestre básico porque puso los cimientos de lo que será tu análisis del mundo contemporáneo, que es en el que vivimos, y te dio herramientas necesarias para su interpretación.

En primer lugar, fue fundamental encontrar el momento en que se separa lo político de lo eclesial, al menos en la teoría, impulsado por personas como Martín Lutero y Nicolás Maquiavelo. El uno, porque sentía que el corazón de la iglesia estaba corrupto, el otro porque quería señalar a su príncipe cuáles podían ser las mejores razones y estrategias para gobernar.

Luego vino el tema de la libertad en los estados.  Locke y Hobbes.  Interesantísimo porqué se remiten a una pregunta fundamental:  ¿Somos los hombres capaces de gobernarnos a nosotros mismos de manera individual y, al mismo tiempo, vivir en sociedad, o necesitamos algo que nos organice?  La respuesta de los dos es que necesitamos un contrato social, pero la manera como la resuelven da lugar a lo que ha sido la experiencia de la organización de los estados en el mundo.

Hobbes, el absolutista, es, a mí entender, el pilar no sólo de las monarquías absolutas, sino de todos los regímenes que  concentran el poder en uno solo, no importa de qué orilla se encuentren.  En esos absolutismos se pueden leer desde las dictaduras del cono sur, hasta la experiencia comunista en la antigua Unión Soviética y los países del este de Europa, sin dejar a un lado los más de cincuenta años de poder absoluto de Castro en Cuba, aunque hayan razones que nos permitan entender qué lo llevó a ese extremo.

Locke, el liberal, en términos políticos, no económicos, nos pone en el camino del ensayo de la democracia, esta que intentamos construir, de una manera social, que es imperfecta, y que necesita fortalecerse en tiempos en que el poder económico parecería querer devolver el mundo al absolutismo, no ya de un soberano o de un dictador, sino al de las finanzas y los mercados.  Un absolutismo en el que la riqueza se concentra en unos pocos, además sin rostro, porque para ejercer su poder contarían con sus transnacionales, entes sin corazón, sin preguntas, sin ética y sin moral.  Fácil además porque se parapetan detrás de siglas y logo símbolos. ¿O es que alguien conoce la cara del dueño de Coca-Cola, de Nestlé, de Bayer, de Monsanto?

Y para cerrar, excepcional, el texto de Lenin defendiendo la dictadura del proletariado, paso previo al estado comunista puro.  Excepcional porque la práctica dijo que esto no se realizó.  Que la experiencia fue la de la dictadura del partido, lo cual nos lleva otra vez a los absolutismos, y me devuelve a mí, personalmente, a la idea de que lo que tenemos que defender, ante todo, es la construcción de democracias en las que haya esfuerzos concentrados en la educación y el pensamiento de sus integrantes, única manera de que esta se perfeccione.   Serán democracias cada vez mejores si quienes eligen, ejercen, al tiempo, un pensamiento ilustrado, analítico, crítico y cargado de futuro.

Para cerrar, les dejo el enlace de 
un artículo de María José.


http://librepensador.uexternado.edu.co/brasil-la-democracia-a-prueba/

 

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