domingo, 26 de abril de 2020

Da miedo

Da miedo que cuando la curva de infectados con Covid 19 en Colombia sube, y busca llegar a la cresta, el presidente Iván Duque relaje la cuarentena y lance a la calle a cientos de personas de los sectores manufacturero y de la construcción que se infectarán e infectarán.

Parece que Duque no ha entendido de qué se trata esto.  Que no entiende que la propagación del virus de manera exponencial significa, exactamente, que se duplica cada vez más rápido cuando la población esta expuesta a su contagio. 

El Covid 19 estaba frenado relativamente en Colombia porque las medidas de confinamiento se tomaron a tiempo, ni más ni menos. No hay otra razón.  No hemos desarrollado ninguna autoinmunidad, como proclamaba Boris Johnson con los ingleses hasta que él mismo se contagio; no se ha descubierto una vacuna que se espera con ansia, pero que tardará todavía hasta un año calculan los expertos; y las medicinas que se usan hasta el momento son experimentales.  Lo que si sabe con certeza de la infección con Covid 19 es que, sin o con medicación, los organismos de algunos responden y otros no.  ¡Una lotería!

Una lotería que se convertirá en ruleta rusa en Colombia, este lunes 27 de abril, cuando salgan a las calles y suban a los buses y lleguen a sus trabajos miles de personas que deberán reintegrarse en virtud del relajamiento de la cuarentena y que solo en Bogotá serían casi medio millón.

El cálculo matemático dice, entonces, que el Covid 19 se disparará desde este lunes.  Para detenerlo no sirven los conceptos, aunque sean de peso, como el de la autogestión.  Lo observo a diario en el pequeño pueblo de España donde estoy recluida.  La gente obedece la medida de estar en sus casas, pero mucha, y es bastante, cuando sale a la calle tiene conductas de poco o ningún cuidado, a pesar del miedo, de los contagiados y de los muertos.  La única barrera que ha funcionado ha sido el confinamiento, ese que Duque está levantando antes de tiempo.

Me cuentan que habla todas las noches en la televisión porque, como me dijo un amigo, encontró su nicho.  Me alegro por él, que ya sabe que lo hace muy bien de presentador, pero, como presidente, con esta decisión está borrando con el codo lo que ha hecho con la mano, lo cual revela, una vez más, su carácter maleable.

Duque no sabe tomar decisiones por sí mismo.  Otros las toman por él.  Se subió, a tiempo, en el carro jalonado por la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, ese que le ha dado tan buenos resultados en las encuestas, y aguantó hasta que, los que de verdad tienen el poder, le dieron la orden: hay que devolver a la gente a trabajar, que se infecten y mueran los que tengan que morir, pero la economía no puede parar porque si no nos arruinamos.

Y les hizo caso, porque es dúctil. Rebajó el confinamiento cuando la curva está subiendo, y ahora debe prepararse para momentos muy difíciles en su exitosa carrera de presentador porque tendrá que contar cómo el contagio crece, las personas enferman, los servicios sanitarios se desbordan y las muertes aumentan.  Ya hizo puntos con las medidas buenas; ahora vendrá la pesadilla.  No saben cuánto me gustaría equivocarme, pero, a menos que suceda un milagro, lo que viene da miedo.

martes, 14 de abril de 2020

Nuestra esencia revelada


Llevo muchos días sin ponerme frente a la pantalla para escribir este blog.  A cambio, he estado pensando en el agua y en el coronavirus.  He pensando que, así como el agua toma la forma del recipiente que la contiene, cada uno de nosotros, de manera individual, y luego cada sociedad ha asumido el Covid 19 de acuerdo con lo que se es.

Es inevitable. Agua suelta por ahí no se encuentra.  En un charco tiene la forma de la hendidura de la tierra.  En un cauce la del lecho del río.  En una vasija la del recipiente.

Y resulta que el coronavirus, el “enemigo público número uno”, como lo llamó la OMS*, que no tiene cara, porque no lo hemos visto, pero sí muchísimas consecuencias, terminó actuando como el agua: Ha revelado quiénes somos, cómo pensamos, qué llevamos dentro. 

Es decir, llegó y ¡mostró nuestra vasija!, porque en situaciones extremas, y esas son las que estamos viviendo, poco espacio queda para el maquillaje. Así que lo que está saliendo, desde las grandezas hasta las mezquindades más ruines, es lo que había. Nada más. 

Se está mostrando nuestra esencia. Como cuando a quienes nos gusta la fotografía entrábamos al laboratorio y poníamos la hoja de papel fotográfico en el líquido revelador.  Poco a poco aparecía una imagen en la que se podía ver nuestra estética y nuestra técnica. 

Un poco lo que nos está pasando ahora.  Estamos metidos en un gran laboratorio con muchas áreas de estudio: casa, ese espacio que habitamos, barrio, pueblo, ciudad, país, continente.  Y las condiciones: geopolíticas, políticas, económicas, sociales, culturales.

Quien me lee, en concreto, sabe qué está viviendo en este momento y de qué estoy hablando.  La actitud que tiene ante la crisis provocada por esta cuarentena obligada y el cómo la está llevando, con la dosis de sentimiento, incertidumbre, desasosiego y esperanza, responde a quién es, cómo ha vivido y de qué manera ha trazado su vida.

Es más fácil entenderlo cuando se leen las noticias.

En lo meramente personal, y para no entrar en muchas profundidades, están los que salen a aplaudir la labor del personal sanitario y los que les piden que se marchen de sus casas; quienes se las ingenian para producir mascarillas y quienes planean robarlas; quienes comparten pequeñas alegrías con los suyos, y quienes maltratan y golpean a los propios.

En lo político hemos visto el contraste entre gobernantes que le ponen el pecho a la situación y toman las medidas necesarias, y los que la niegan lanzando a las poblaciones de sus países en una danza loca hacia el contagio y la posible muerte de miles de ellos.  Hemos visto a políticos que se ponen la camiseta y hemos visto los que se esconden; y también aquellos que medran de la situación, como si esta amenaza, que nos hace vulnerables, fuera más bien un mitin político y la oportunidad para captar unos cuantos votos. ¡Cual inmortales ellos!

De manera que el virus, ese bichito con corona, vino también a desenmascararnos.  Como en el teatro griego: ¡Que se quiten las máscaras y aparezcan las personas!

PD: Este blog salió más largo de lo usual en mí, pero, en concordancia con lo que he escrito, quiero dejarles una estrofa de Ítaca, poema de Constantino Kavafis.  Hablamos de lo mismo. Él en verso, yo en prosa:

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.


*Organización Mundial de la Salud