jueves, 9 de marzo de 2017

Violencias repetidas ¿saldremos de ellas?

Ayer fui a escuchar a Humberto de la Calle Lombana.  Era una invitación del consulado de Colombia en Madrid y el tema “Los desafíos y retos de la implementación de los acuerdos de La Habana”.  Quería escucharlo, pero también preguntar. Levanté varias veces la mano y me regresé con la pregunta y una respuesta a medias, entretejida de las distintas que dio a otros que sí tuvieron la oportunidad de hacerla.

Quería saber qué es lo que está haciendo de verdad el Estado colombiano, para que no se repita la historia circular de barbarie que desde hace tantas décadas nos asola. Tantas, y tan reconocidas, que el mismo De la Calle se remontó hasta la guerra de los mil días, esa que tuvimos entre los finales del diecinueve y principios del veinte, ¡y ya estamos en el veintiuno!

Mi pregunta iba ilustrada con hechos.  A mediados de la semana pasada me acosté una noche y tenía anotados 23 asesinatos de líderes campesinos, indígenas, afroamericanos, hombres y mujeres, pertenecientes a movimientos sociales.  Cuando me levanté al día siguiente ya no eran 23, eran 24. Me enteré por un tuit de Luis Almagro, secretario general de la OEA, que pedía protección para los dirigentes.

Antes de salir hacia la charla revisé prensa y comunicados. El Espectador hablaba de cuatrocientos desplazados en el Chocó en los últimos tres días y dos incursiones paramilitares, en una información actualizada pocos minutos antes. 

Imprimí dos comunicados.  Uno fechado el 22 de febrero y originado en comunidades afro e indígenas del Bajo San Juan.  Denunciaban, además del abandono de siempre, enfrentamientos entre la Armada y grupos ilegales que se repite siempre la historia en todos nuestros ríos los dejan a ellos desabastecidos de alimentos, y de agua porque las quebradas están tomadas por los grupos ilegales. Pero no solo eso. También sufren hostigamientos por parte de las fuerzas de orden público.  Lo de siempre, los pobres son culpables de felonías, ahora que no les pueden decir guerrilleros porque las Farc están en el proceso de paz.  El otro comunicado hablaba de amenazas y extorsiones a la comunidad de la Isla de los Rosarios, (¿sabía  usted que existía?) en Murindó, Antioquia, a orillas del Atrato.

Quería preguntar qué estaba haciendo el Estado colombiano, con todas sus instituciones, para garantizar que haya No repetición, porque lo que estoy viendo, desde aquí, es que se está repitiendo la historia de muerte.  De lo que De la Calle contestó, a otros, concluyo que hay un esfuerzo importante en todo lo que tiene que ver con regularizar, normalizar es el término que usan, a la guerrilla desmovilizada, pero que se nos sigue quedando media Colombia, la más desamparada, por fuera.

A quienes la prensa llama paramilitares, De la Calle llamó bandas criminales, grupos delincuenciales que están detrás de la minería ilegal y del narcotráfico, para ocupar los espacios vacíos que quedan con la desmovilización de las Farc.  Hacer la distinción me parece bien y necesario.  Paramilitar es, como su nombre lo dice, el que tiene detrás el apoyo y patrocinio de la institución militar, como sucedió en el Magdalena Medio en los ochenta. Ojalá que sea cierto y  esto ya no esté sucediendo.  Sería un avance.  Pero los asesinatos, las violaciones, los desplazamientos forzados, la apropiación de tierras y recursos, sí sigue pasando, cebados en los pobres que son los que nunca tienen protección. Y en Colombia los pobres son mayoría, porque somos uno de los países más inequitativos de América Latina. De la Calle no sólo dijo que, en este aspecto, somos comparables con Haití sino que se refirió a un estudio que revela que los niños colombianos que nacen pobres, hijos de personas en las mismas condiciones y sin educación, están condenados desde su misma cuna a repetir el ciclo inalterable de la pobreza.

Como condenados parecemos a no perdonar y a pensar sólo en nuestro ombligo.  Escuché preguntas hechas con pasión, pero también con resentimiento y con odio.  Ignorando que los acuerdos contemplan la reparación y también la aplicación de una justicia especial para la paz hubo quién interrogó cómo es posible que a los pícaros se los recompense; y también quien hizo saber un ciudadano del asfalto, sin duda– que no entendía cómo es que hay tanta preocupación por reinsertar una guerrilla mientras en las ciudades se muere a manos de la delincuencia común.  Pensé en un habitante de una ciudad costanera, al que le preguntaron si no temía la subida de los niveles que están teniendo los mares con el cambio climático.  Dijo que no, porque él vivía en un quinto piso.  ¿Quién le puede hacer entender al ciudadano del asfalto preocupado, con razón, por la inseguridad en las ciudades, que hacer la paz en los campos y generar condiciones de equidad para todos hace parte del remedio de fondo para esta enfermedad?

Tengo que decir que también preguntaron los que ven con esperanza este principio del fin, porque sólo es un principio.  Los que quieren retornar a nuestro país no ya “para pescar en los ríos por la noche”, como dijo De la Calle, citando a Dario Echandía, sino para vivir y morir en la que es su tierra porque el proceso y en eso el jefe del equipo negociador del gobierno fue realista será largo, y quizá sus logros sólo los disfruten los nietos de las actuales generaciones.

Pero para que eso suceda es necesario no persistir en la ceguera, y ver, y reconocer lo que está pasando, para actuar sobre esa realidad;  y tampoco caer en el paradigma de que la paz es solo y únicamente el desarme y reinserción de la insurgencia. 


Habrá paz real en Colombia el día en que generemos condiciones de desarrollo en todas las regiones y para todas las personas; el día en que el Estado haga presencia real con escuelas, salubridad, infraestructura, vías de comunicación, igualdad de oportunidades y  autoridad, en todo el campo colombiano; el día en que la justicia no sea solo para los de ruana; el día en que la equidad sea, además de un concepto, una realidad vívida; y el día en que todos estemos dispuestos a desarmar los corazones, porque si sigue proliferando el odio jamás tendremos paz.

2 comentarios:

  1. De acuerdo. La paz definitiva en Colombia no se logrará hasta q todos esos aspectos en tu conclusión se logren. Se ha logrado un gran paso pero ese es uno de muchos q hay q dar. Me gustó tu blog. Periodismo de opinión puro.

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  2. Es preocupante que una inmensa mayoría espera resultados inmediatamente (contando los que votaron negativamente en el plebiscito) para creer en el proceso. Esperar a que nuestros nietos vivan esa realidad, requerirá mucha pedagogía desde ya. La historia no es solo para leerla en textos de escuela. Es necesario escribirla cada día y nosotros tenemos la pluma hoy.

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