lunes, 15 de octubre de 2018

Carta a una lectora

Querida Mila, el martes en la tarde, al abrir el buzón encontré una carta de las que ya no se estilan.  No había correspondencia comercial y sí un sobre blanco con matasellos y estampilla. Me alegró mucho porque supe que estaba escrita y enviada en lo que alguna vez fue la manera de vivir el tiempo, es decir, aquella en la que éste se destila minuto a minuto y no precisa de los afanes en los que nos ha metido la tecnología -el mundo de la instantaneidad- que nos ha quitado el placer de la espera, el ansia en el estómago que da la expectativa, y a cambio nos ha sometido a la tiranía de lo resuelto y contado en fracciones de segundos.  Ese era un mundo contenido. Ahora es un mundo desbocado.

Así que me alegró recibirla por lo que dejaba entrever de la autora y, mucho más, al descubrir que había sido escrita inspirada por la imágenes que te habitaron mientras leías En el brazo del río, la primera de mis novelas de la trilogía Conjuro contra el olvido, y en las que aún fluías.  De eso se trata el escribir.  Al menos para mí.  De tocar con las palabras.  De entrelazarlas y trenzarlas para permitir mediante su magia que el lector pueda formar con ellas un mundo nuevo dentro de sí.  A veces desolado, a veces amoroso, a menudo de los dos porque nunca somos uno solo. 

Me alegró saber que la sonoridad del español allende los mares, con términos no usados en la  península, te acercaba a la atmósfera y cadencia con la que allí se vive; saber que no usas la palabra mañanió pero qué entendiste de qué hablaba cuando lo hizo Sierva María para celebrar el cumpleaños de Paulina.  Eso quiere decir que estuviste durante más de ciento cincuenta páginas en las orillas ardientes del río Magdalena, conociendo cómo se vive, cómo se ama y cómo se muere en ese paraíso, a veces maldito o ¿será que todos los paraísos lo único que generan son maldiciones? …

Ahora, luego de las alegrías, te voy a confesar lo que ha sido mi mayor impresión al leer tu carta: corroborar que, como lo decía Lacan, no sólo decimos palabras sino que ellas nos dicen.  Y que las que quedaron escritas en esta novela, muchos de cuyos pasajes surgieron empujados como si una voz los trasmitiera,  se volvieron un torrente que te obligó a escribir  “Y sigo río arriba, hacia La Vega…” , como si la adolescente asesinada, cuyo cuerpo nunca fue encontrado, tomara posesión de la novela y, luego de ti, para reclamar un lugar.  Un lugar en la memoria. 

Porque también de eso se trata la escritura, de preservar la memoria y no exactamente la histórica, sino la memoria del vivir, allí donde habitan los afectos, los miedos, las soledades, los amores, toda esta carga que transita entre la razón y el corazón y que es la que nos hace inmensamente humanos.

Me alegra saber que te tengo de lectora,

Marbel

PD.  Estas muy lejos para ir, pero te cuento que En el brazo del río fue llevada al teatro por el colectivo Diente de León.  Este jueves 18 de octubre se presentará en Bucaramanga y el sábado 20 en Barrancabermeja dentro de los respectivos festivales de teatro de esas ciudades. ¡Para no olvidar!

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