Estaba escribiendo otro blog pero escuché en la radio una
noticia que me hizo cambiar de tema.
Está a punto de aprobarse el protocolo que se deberá seguir en la ciudad
en la que vivo en aquellos días en que la contaminación aumente a escenarios
peligrosos. El plan tiene cuatro
fases e incluye reducciones de la velocidad, prohibir el aparcamiento de coches
en las zonas del centro, aplicar días de pico y placa ambiental, y, finalmente,
prohibir la circulación de vehículos si los niveles rebasan los límites
considerados permisibles. Todo
ello bueno y en todo ello de acuerdo.
El remezón vino con la
segunda parte de la noticia. El
ayuntamiento se encuentra en conversaciones para que en el Metro, que es un
servicio público y de propiedad pública, en los días en que haya restricciones
no se cobre el transporte, o, dijeron, al menos no en las horas pico.
¿De manera que para proteger
el medio ambiente, es decir, para evitar que en el aire que respiramos haya
menos gases nocivos, menos venenos que a la larga repercutirán en la salud y en
la vida de cada uno de los que habitamos en esta ciudad, tenemos que pagarle a la
gente para que tome consciencia de ello?
¿Por qué? ¿Cuál sería la
razón? ¿Suplirles la incomodidad que significa que dejen su coche parqueado por
un día y recurran a un trasporte público? ¿Recompensarles porque la medida se
tomó para su cuidado? ¿Aminorar el impacto que causa sentir que no se está
detrás de un volante?
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