domingo, 22 de marzo de 2020

Como dientes de león

Vuelvo a Kawabata*.  Quisiera regalar en estos días historias cortas y dulces que reconcilien con la vida. “Historias para leer en la palma de la mano”, que puedan ser sopladas y dispersadas como los molinillos blancos y leves de un diente de león que alguna vez en la vida tuvimos en las manos sin resistir el impulso de soplar para verlo emprender el vuelo.

Encuentro en una página de internet que los molinillos aparecen cuando la flor se marchita y deja ver las semillas rematadas en “un penacho de pelos simples que forman un globito blanco llamado abuelo”. 

Es decir que cuando soplamos sobre un diente de león lo hacemos sobre semillas que vuelan fecundas.  Segunda vez en estos días en que la palabra fecundar vuelve, y me habita, mientras un texto descriptivo me regala, por puro azar, otra palabra: abuelo. 

Los “abuelos” del diente de león se deshacen y sus semillas echan raíces, en toda la tierra, puesto que es una planta común en el planeta.  Sus tallos se estiran al sol y sus flores amarillas reaparecen y, de nuevo, cuando se marchiten, surcarán el espacio al impulso del susurro de la brisa, del viento o del soplo de quien no pudo resistir su belleza y quiso verlos volar.

Pienso en el diente de león mientras leo como cada día entra un país más en esta cuarentena impuesta, o autoimpuesta, para salvarnos y, sobre todo, para salvar a los más vulnerables, entre ellos los mayores, de la infección provocada por un virus con corona.

En Colombia llamamos abuelo o abuela a las personas mayores.  Esos mismos que por decenas están muriendo en estos días en Italia y en España, en especial en Madrid, y en tantos países del globo.  Esos mismos que se guardan, como la tía Paquita, que tiene 84 años, está encerrada en su casa de Requena y pasa el tiempo caminando por el corredor, para que la falta de movimiento no la inmovilice, rellenando sopas de letras, leyendo a ratos, y cocinando, que es su mayor placer. 

Ellos son como el “abuelo” del diente de león.  Globitos blancos que quisiéramos acariciar, pero que no podemos, porque se deshacen, pero que nos permiten verlos, maravillarnos de su fragilidad y su belleza, que nos impregnan de deseos de volar y de disfrutar de lo liviano, de aquello que no tiene peso ni precio, pero si contiene la esencia de la vida.  Tanto que, al morir, generan nuevas vidas.

Quisiera escribir historias dulces y cortas que reconcilien con la vida; “Historias para leer en la palma de la mano” que se esparzan como bálsamo, permitiéndonos descubrir la esperanza y la esencia que llevamos dentro, inclusive la de que alguna vez también podríamos ser “abuelos”.

*Yasunari Kawabata, escritor japonés, Nobel de literatura, 1968.

3 comentarios:

  1. Me llega muy adentro lo que escribes, tocándome el corazón. En estos momentos en los que tantas palabras, mensajeras de desgracias, nos constriñen el alma. Gracias por tu pensamiento claro, sentido, dulce y certero que acaricia la palma de mi mano.

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  2. Decía Homero, en la Iliada, que Cuando hablaba Néstor, ya anciano “ de su lengua fluía un discurso dulce como la miel” y para ello no necesitaba las fuerzas del cuerpo. La vejez, ligera, agradable. Toda tu vida en la palma de la mano para evitar cansarnos de ella. Dientes de león fuimos y semillas, como globitos blancos , somos.
    La naturaleza tiene la medida de la vida.

    Muchas gracias, Marbel, por tus reflexiones que nos hacen pararnos y, en el silencio, salir del estrépito.

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  3. Significa que la vida siempre estará por encima de la muerte. Y que como los copitos de nieve vegetal del diente de león cuando se esparcen, hay que ir por la vida livianos, ligeros de equipaje, para llegar a un nuevo destino en nuestras vidas...

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