miércoles, 18 de marzo de 2020

La fecundidad del silencio

No tengo redes sociales, salvo el WhatsApp, al que llegan mensajes individuales y los que se cruzan un grupo de excolegas; mis ventanas al mundo son los noticieros de televisión, que trato de ver no más de una vez por día, la revisión diaria de la prensa en internet y una ventana real, ubicada en el salón comedor del apartamento desde el que escribo, y que me permite observar la recta de una calle sobre la que hay una frutería, una tienda de congelados, una especie de ferretería que también vende electrodomésticos pequeños, un supermercado y un local en el que se venden frutos secos, papitas y aceitunas.

Son también mis ventanas las voces de amigos a través del teléfono contándonos lo que sucede en Londres, Bucaramanga, Madrid, Bogotá, Múnich, Orlando, Bonn, Ruan, París, el Piamonte italiano y tantos otros sitios; y tengo otras ventanas, las propias, las internas, las que abro para entrar y salir por ellas y, en ese ejercicio, tratar de entender esta debacle que está pasando en la que los sistemas sanitarios se desbordan, los gobiernos cierran fronteras, los ciudadanos se devuelven a sus países o nos quedamos en nuestras casas, con decreto o sin decreto, la economía cae en picada…

Está pasando y la primera sensación es de asombro absoluto. No puede ser, sucedía en las películas, que veíamos en las salas de cine o frente a las pantallas en las casas, pero no en el mundo real. Y la segunda es de incredulidad. ¿Es cierto? ¿No me estarán engañando? ¿Y acaso virus y gripes no hay todos los años?

Entro y salgo por mis ventanas interiores tratando de encontrar imágenes que reflejen la situación. La mente es fecunda en el silencio, así que, de pronto, empieza a desplegarse la primera.  Diecinueve personas mayores, diecinueve ancianos, muertos en una residencia en Madrid en cuestión de pocas horas.  No es una gripe, que le da a miles de personas todos los años y siembra víctimas también, pero nunca, como aquí, al mismo tiempo y en el mismo sitio.  De eso se trata el virus, de su letalidad en las poblaciones vulnerables.

Llega entonces la segunda imagen.  Un hospital colapsado por el coronavirus en el que un médico tiene que tomar una decisión: ¿De todos los pacientes que tiene allí con síntomas graves, a cuál salva?  La aplicación “in extremis” de un triage, el sistema para priorizar en una sala de urgencias quién va primero, quién va después en función de su gravedad.  Pero aquí, debido al desborde de los servicios, es quién vive y quién muere.  El hilo de la vida, de esta vida que hemos alargado por muchísimos factores, entre ellos los avances de la medicina y la tecnología médica, a punto de cortarse por una decisión. La criticidad de la situación es tal que una persona, entrenada para salvar vidas, debe ejercer como Átropos, la parca de las tijeras.

Tercera imagen.  La sombra del fascismo navegando sobre el mundo.  Llega de repente impulsada por las palabras de otros.  Los que dicen que cuál es la preocupación si, al fin y al cabo, el virus se ceba solo con ciertas poblaciones: mayores, diabéticos, hipertensos… El pensamiento subyacente entonces es que hay vidas que no valen, poblaciones que no deberían vivir.  Lo mismo que en la Alemania nazi: Ni judíos, ni gitanos, ni comunistas, ni testigos de Jehová, ni discapacitados, ni homosexuales, ni, ni, y así se fue extendiendo.

Y la última, que es también muy fuerte.  No hay suficientes recursos para aplicar el test para conocer si se es portador o no del virus.  Ni siquiera en los países europeos.  Si se pudiera detectar el virus y aislar a los portadores, se podría frenar su expansión.  Pero no lo es.  Alemania y Corea han aplicado miles de pruebas y eso les ha permitido aislar a los portadores, que pueden permanecer asintomáticos, sin desarrollar enfermedad.  Por eso su contagio no es tan alto.  Pero mientras ello no sea posible y cientos de miles de inconscientes quieran seguir en las calles, haciendo una vida normal, sin tomar los cuidados elementales que aconseja la prudencia, serán como francotiradores disparando sobre todo el que tienen cerca. 

Cuatro imágenes para pensar.  Que el silencio, que se hace necesario en esta época de tanto ruido mediático y de redes sociales, fecunde nuestra propia e individual humanidad.




9 comentarios:

  1. Gracias Maribel!
    Por saber plasmar esas reflexiones que todos nos hacemos sin saber estructurar como tú haces.
    Pasó tu escrito a mis amigos y familiares.
    Un beso muy fuerte
    Rosa

    ResponderEliminar
  2. De pronto occidente recuerde que somos seres mortales, que nuestra existencia como humanos no nos pertenece y que lo imprevisible es parte de la realidad...
    Me gusto mucho tu escrito!

    ResponderEliminar
  3. Gracias Marbel excelente escrito, es la cruda y triste realidad, a la fuerza tuvimos que hacer un alto en lo cotidiano. Grandes Bendiciones.🙏🙏. Abrazos cuídate.

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  5. Hola Marbel! Está muy bueno tu escrito! Me gustó mucho. Estoy un poco aterrada con todo que está pasando al mismo tiempo...como si no fuera capaz de tomar decisiones. Y hay muchas cosas en que pensar Neste momento.
    Un abrazo. Carlise

    ResponderEliminar
  6. Marailloso Marbel, te felicito y gracias. En estas horas necesitamos estas reflexiones. Lo compartiré en redes

    ResponderEliminar
  7. Otra visión que me tiene sorprendida entré el miedo y el trabajo es ver cómo si la torta estuviera disfrutando este lapso de los martes de gentes que han guardado. La Meca vacía, delfines en los canales de Venecia, las imágenes más claras de nuestra atmósfera. Solo en unos días la tierra nos muestra nuestro impacto. Eso también tiene pensando.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Otra visión que me tiene sorprendida entré el miedo y el trabajo es ver cómo si la tierra estuviera disfrutando este lapso de los mares de gentes que se han guardado. La Meca vacía, delfines en los canales de Venecia, las imágenes más claras de nuestra atmósfera. Solo en unos días la tierra nos muestra nuestro impacto. Eso también me tiene pensando.

      Eliminar
  8. La situación sanitaria es de emergencia,no cabe duda. Y los costes en vidas humanas, grandes. Pero cuando esto acabe, nos vamos a encontrar con una situación de emergencia aún más grave, que también tendrá sus costes en vidas humanas, no nos quepa duda. Solo con políticas informadas y solidarias, y con la unidad entre todos los países de la UE vamos a poder salir de esta y no morir en el intento.

    ResponderEliminar