martes, 18 de octubre de 2016

Civilización en tránsito


Cuando respondo a quiénes me preguntan qué hago, lo expreso en verbos:  pensar, amar, leer, escribir, caminar, cocinar, viajar, conversar.  Son apenas ocho y me resumen.  Esta mañana me detuve en el pensar.  ¿Qué es lo que hay que pensar? ¿Qué es lo que pienso? ¿Qué debería ser lo que pensáramos? Me planteé las preguntas porque es invariable que al detenerme en la vorágine del mundo que estamos viviendo, no importa dónde, me digo siempre: Tenemos que pensar, es necesario generar pensamiento, necesitamos más seres pensando, me alegro que tal o cual persona sea una pensadora.

Hablo de un pensamiento que se remonte más allá de los temas que inducen los grandes medios de comunicación –cuya propiedad se concentra cada vez más–; que no sólo imponen la llamada agenda informativa sino también qué pensar, qué desear, cómo ser.  Medios que, como una gran orquesta, resuenan veinticuatro horas cada día, en todos los idiomas y en todas las geografías; encantadores de serpientes que adormecen a su audiencia y dejan su consciencia hipnotizada.

Una orquesta que, de manera paradójica, necesitamos porque la información es parte esencial de la vida humana, pero  en la que tan importante como recibirla es saber valorarla, priorizarla y decantarla para quedarse sólo con la suficiente y necesaria que permita entrar en el silencio y pensar; una tarea que debe ser de todos, que no sólo corresponde a aquellos que llevan la etiqueta de intelectuales y pensadores, de sabios y creadores.   Tan humana, tan propia, tan individual, como que el pensamiento es el que nos separa de nuestros primos cercanos los primates.  Entonces ¿por qué no pensar si nos es tan propio?

Pensar , por ejemplo, lo que se está evidenciando desde distintos ámbitos: que ésta civilización tal y como va tiene poco tiempo, que estamos agotando el planeta y sus recursos, que si la población actual, de siete mil millones de personas, consumiera lo que consume un ciudadano medio de un país desarrollado necesitaríamos cuatro planetas para mantenerla. *

Pensar que estamos habitando un planeta que se hizo global porque en cuestión de segundos podemos conocer lo que sucede en las antípodas y eso cambia la manera de percibirnos, pero también porque en él se impone una agenda económica que ha ido creando y perfecciona mientras escribo el  imperio de los mercados por encima de las personas, aunque una tercera parte de la población mundial viva bajo índices de pobreza y el cambio climático este siendo inatajable.  Imperio ciego y sin futuro que sacrifica en sus altares las vidas de los nuevos esclavos –los de la economía– y ofrenda la supervivencia misma del planeta.

Pensar para encontrar nuevos rumbos, alternativas a este sistema que naufraga y hunde con él a la actual civilización. Pensar dedicándole todo el tiempo, pero con urgencia, antes de que el planeta –al que aún le quedan millones de años antes de su extinción– decida sacudirse y quitarse de encima la plaga que lo azota.

* En la últimas cuatro décadas la población mundial se duplicó.  Citando a la BBC, el educador Ken Robinson dice que los recursos actuales, consumiendo al ritmo de un ciudadano medio de la India, alcanzarían sólo para quince mil millones de personas, es decir son limitados.  Wade Davis, etnógrafo canadiense, dice que si el total de la  población mundial tuviera acceso a lo que se consume sólo en occidente al 2100 se necesitarían cuatro planetas iguales para abastecer a la tierra.

1 comentario:

  1. Cristina Pérez Garcés20 de octubre de 2016, 6:59

    y ya que pensamos...quizás ejecutemos algo, vale con un escrito como este, la vida se mueve y cambia a través de pequeños detalles de valentía...

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