Cuando respondo a quiénes
me preguntan qué hago, lo expreso en verbos: pensar, amar, leer, escribir, caminar, cocinar, viajar,
conversar. Son apenas ocho y me resumen. Esta mañana me detuve en el
pensar. ¿Qué es lo que hay que
pensar? ¿Qué es lo que pienso? ¿Qué debería ser lo que pensáramos? Me planteé
las preguntas porque es invariable que al detenerme en la vorágine del
mundo que estamos viviendo, no importa dónde, me digo siempre: Tenemos que
pensar, es necesario generar pensamiento, necesitamos más seres pensando, me
alegro que tal o cual persona sea una pensadora.
Hablo de un pensamiento que
se remonte más allá de los temas que inducen los grandes medios de comunicación
–cuya propiedad se concentra cada vez más–; que no
sólo imponen la llamada agenda informativa sino también qué pensar, qué desear,
cómo ser. Medios que, como una
gran orquesta, resuenan veinticuatro horas cada día, en todos los idiomas y en
todas las geografías; encantadores de serpientes que adormecen a su audiencia y
dejan su consciencia hipnotizada.
Una orquesta que, de manera
paradójica, necesitamos porque la información es parte esencial de la vida
humana, pero en la que tan
importante como recibirla es saber valorarla, priorizarla y decantarla para
quedarse sólo con la suficiente y necesaria que permita entrar en el silencio y
pensar; una tarea que debe ser de todos, que no sólo corresponde a aquellos que
llevan la etiqueta de intelectuales y pensadores, de sabios y creadores. Tan humana, tan propia, tan
individual, como que el pensamiento es el que nos separa de nuestros primos cercanos
los primates. Entonces ¿por qué no
pensar si nos es tan propio?
Pensar , por ejemplo, lo que
se está evidenciando desde distintos ámbitos: que ésta civilización tal y como
va tiene poco tiempo, que estamos agotando el planeta y sus recursos, que si la
población actual, de siete mil millones de personas, consumiera lo que consume
un ciudadano medio de un país desarrollado necesitaríamos cuatro planetas para
mantenerla. *
Pensar que estamos habitando
un planeta que se hizo global porque en cuestión de segundos podemos conocer lo
que sucede en las antípodas y eso cambia la manera de percibirnos, pero también
porque en él se impone una agenda económica que ha ido creando –y perfecciona mientras escribo– el imperio de los mercados por encima de las personas, aunque
una tercera parte de la población mundial viva bajo índices de pobreza y el
cambio climático este siendo inatajable.
Imperio ciego y sin futuro que sacrifica en sus altares las vidas de los
nuevos esclavos –los de la economía– y ofrenda la supervivencia misma del
planeta.
Pensar para encontrar nuevos
rumbos, alternativas a este sistema que naufraga y hunde con él a la actual
civilización. Pensar dedicándole todo el tiempo, pero con urgencia, antes de
que el planeta –al que aún le quedan millones de años antes de su extinción–
decida sacudirse y quitarse de encima la plaga que lo azota.
* En la últimas cuatro décadas la población mundial se
duplicó. Citando a la BBC, el
educador Ken Robinson dice que los recursos actuales, consumiendo al ritmo de
un ciudadano medio de la India, alcanzarían sólo para quince mil millones de
personas, es decir son limitados.
Wade Davis, etnógrafo canadiense, dice que si el total de la población mundial tuviera acceso a lo
que se consume sólo en occidente al 2100 se necesitarían cuatro planetas
iguales para abastecer a la tierra.
y ya que pensamos...quizás ejecutemos algo, vale con un escrito como este, la vida se mueve y cambia a través de pequeños detalles de valentía...
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